Líderes de organizaciones de inmigrantes y de la diáspora en todo Canadá respaldan la regularización de personas indocumentadas

Marcha “Primavera Migrante” en Toronto, en marzo de 2024. Foto: FCJ Refugee Centre

Por Debbie Douglas, Amy Go, Samina Sami, Samya Hasan*
Publicado originalmente en inglés el 3 de julio de 2024, en The Hill Times

Como líderes de organizaciones de inmigrantes y de la diáspora en todo Canadá, queremos abordar las recientes declaraciones del Ministro de Inmigración, Marc Miller, sobre la supuesta falta de consenso sobre la regularización de las personas indocumentadas. Esta indecisión ignora los imperativos morales y económicos que están en juego. Canadá tiene la responsabilidad de ofrecer protección y estabilidad a quienes durante mucho tiempo han contribuido a nuestra sociedad desde las sombras. Contrariamente a las preocupaciones expresadas por algunos acerca de “saltarse la cola”, muchos canadienses —especialmente dentro de las comunidades de inmigrantes— apoyan la regularización. Estas son las razones.

Una cuestión de justicia y solidaridad

Muchos inmigrantes, al igual que otros ciudadanos canadienses, conocen personalmente a personas sin estatus. Las personas indocumentadas son nuestros amigos, socios, vecinos, familiares y compañeros de trabajo. Cuidan de nuestros hijos, construyen nuestros hogares y nos suministran alimentos. Su falta de estatus los hace vulnerables a la explotación, que incluye desde salarios injustos hasta la negación de atención médica.

Muchos han huido de la guerra, de la persecución o de graves dificultades económicas, para acabar enfrentándose a una existencia precaria debido a las barreras que les impiden obtener un estatus legal. Las comunidades de inmigrantes apoyamos abrumadoramente la regularización porque entendemos estas dificultades y empatizamos con aquellos que están atrapados en la implacable red del sistema de inmigración.

Entendiendo el camino que lleva a ser una persona indocumentada

Es crucial acabar con el mito de que los inmigrantes indocumentados son personas que se “santan la cola”. Convertirse en una persona indocumentada no es una elección, sino, a menudo, la consecuencia de un sistema de inmigración opaco e injusto. Muchos llegaron legalmente como refugiados o trabajadores inmigrantes, pero se enfrentaron a obstáculos insalvables para renovar su estatus u obtener la residencia permanente.

Los inmigrantes sabemos —por experiencia personal o por la de nuestros padres y abuelos— que el acceso a la residencia permanente está plagado de dfucultades como elevadas tasas, largas esperas y complejos requisitos que muchos no pueden cumplir. Miles de personas se quedan en la cuneta no porque intenten subvertir el sistema, sino porque el sistema no ofrece opciones justas. Cuando los inmigrantes ven a personas indocumentadas, saben que podrían ser ellos. La regularización no consiste en recompensar a los infractores de la ley; se trata de rectificar fallos sistémicos que dejan a muchos vulnerables e inseguros.

La regularización es un camino, no un atajo

La idea de que regularizar a las personas indocumentadas equivale a “saltarse la cola” es errónea. Regularizar no significa conceder la residencia permanente inmediata sin escrutinio. Significa permitir que estas personas soliciten el estatuto de residente permanente en las mismas condiciones y con las mismas evaluaciones que cualquier otro solicitante. Esto les colocaría en la cola a la que pertenecen, reconociendo sus contribuciones y conexiones a largo plazo con Canadá.

Los programas de regularización pueden garantizar la equidad y la integridad, ofreciendo un proceso transparente en el que las personas deben cumplir criterios específicos, como demostrar su residencia en Canadá. No se trata de crear atajos, sino de integrar en el marco legal a quienes ya forman parte de nuestras comunidades, permitiéndoles contribuir más plenamente a la sociedad.

Beneficios económicos y sociales

Regularizar a los inmigrantes indocumentados no es solo un gesto humanitario; es una bendición económica. Estas personas ya contribuyen significativamente a nuestra economía, a menudo en sectores que sufren graves carencias. Sacándoles de la sombra, podemos mejorar sus salarios, su productividad, su poder adquisitivo y sus contribuciones fiscales. Según una investigación realizada en Francia, aplicada a Canadá, la regularización haría crecer la economía en más de 28.000 millones de dólares, y, como dijo el propio Miller, eso es más que el crecimiento económico derivado de múltiples oleoductos y gasoductos. Este crecimiento financiará infraestructuras y servicios públicos, lo que redundará en la mejora de las condiciones de trabajo y de vida de todos los canadienses, incluidos los inmigrantes recientes.

La regularización fomenta la cohesión social y la estabilidad, y reduce las prácticas de explotación laboral. Cuando las personas viven sin miedo a la deportación, es más probable que inviertan en sus comunidades, busquen educación para sus hijos y traten de encontrar oportunidades. Esto conduce a comunidades más fuertes e integradas, en las que todo el mundo participa de nuestro éxito colectivo. Las personas indocumentadas ya viven aquí; la regularización consiste en incluirlas en la familia de derechos.

El momento es ahora

A lo largo de los años, Canadá ha acogido a diversas comunidades de recién llegados. Esto nos ha fortalecido. No podemos permitir que los miedos y los conceptos erróneos dicten políticas que dejan a cientos de miles de personas en un estado perpetuo de limbo y miedo. La decisión de regularizar a los inmigrantes indocumentados está en consonancia con nuestros valores de justicia, compasión e integración. Ha llegado la hora del cambio, t los inmigrantes están dispuestos a apoyar esta iniciativa.


* Debbie Douglas is directora ejecutiva de OCASI – Ontario Council of Agencies Serving Immigrants; Amy Go es presidenta de Chinese Canadian National Council for Social Justice; Samina Sami es directora ejecutiva de COSTI Immigrant Services; Samya Hasan es directora ejecutiva de Council of Agencies Serving South Asians. Esta opinión es compartida por múltiples grupos de inmigrantes en el país, con los que estamos en contacto.